La ergonomía es un tema importante que se relaciona con la comodidad y seguridad en el trabajo. Desde hace años, los empleadores han implementado medidas para mejorar las condiciones laborales de sus trabajadores, con el objetivo de evitar lesiones y dolencias a largo plazo. Sin embargo, aunque la ergonomía parece ser una ciencia exacta, hay situaciones en las que puede surgir lo inesperado, como en el caso de mi conferencia más incómoda.
Hace unos años, fui invitado a dar una conferencia en una empresa del sector tecnológico sobre el tema de la ergonomía en el lugar de trabajo. Había preparado meticulosamente la presentación, sabía de lo que hablaba y estaba listo para compartir mis conocimientos. Sin embargo, las cosas no salieron como esperaba.
Antes de empezar la presentación, me di cuenta de que el proyector que debía usar para mostrar mis diapositivas no funcionaba. Pedí ayuda al equipo técnico de la empresa para solucionar el problema, pero por algún motivo, la crisis se prolongó durante media hora. Los asistentes a la conferencia, que ya estaban impacientes, comenzaron a revolverse en sus sillas y a mirarnos con gesto de desaprobación.
Finalmente, el problema técnico se resolvió y estaba listo para empezar mi presentación. Sin embargo, cuando empecé a hablar, me di cuenta de que mi micrófono estaba demasiado alto, de tal forma que cualquier conversación que se produjera en el auditorio se oía con claridad. Los asistentes parecían más interesados en las conversaciones ajenas que en mi presentación y me costaba concentrarme.
Mientras trataba de hablar por encima del murmullo del público congregado, me di cuenta de que mi atril, donde había preparado mis notas, no estaba en su lugar. Miré hacia el equipo técnico de nuevo, preguntándoles por el atril, pero esta vez no recibí respuesta. Estaba solo en el escenario, sin nada en lo que apoyarme. Me sentía como si estuviera entregado a mi suerte en el escenario.
Mi incomodidad psicológica se había vuelto palpable. A los pocos minutos, comencé a sentir un hormigueo en el brazo izquierdo, luego en el brazo derecho y luego en mi cuello. La incomodidad de estar en un escenario con un micrófono indiscreto y sin un atril para agarrarme, comenzó a manifestarse en mi cuerpo.
Además, cuando me senté en la silla que habían dispuesto para mi conferencia, noté que no estaba diseñada para largas presentaciones. El asiento era demasiado estrecho y el respaldo no estaba lo suficientemente elevado, algo que descubrí a los pocos minutos de haber empezado mi charla. Mi espalda comenzó a doler y tuve que moverme en la silla constantemente para encontrar una posición cómoda.
Todo esto, sumado a la incomodidad general que sentía por la situación de la conferencia, hizo que mi postura se resintiera. Inadvertidamente, empecé a encogerme hacia el micrófono y hacia la pantalla en lugar de mantener una postura erguida y estable.
Pero los efectos de mi incómoda conferencia no se limitaron a lo puramente físico. Como especialista en ergonomía, era consciente de lo importante que son las posturas y la comodidad para el bienestar mental y emocional de los trabajadores. En este sentido, mi experiencia en la conferencia fue todo lo contrario.
En plena presentación me di cuenta de que estaba experimentando una crisis emocional. Los asistentes parecían interesados en todo lo ajeno a mi presentación, la situación técnica no ayudaba y mi postura cada vez era más incómoda. Pensamientos negativos empezaron a invadir mi mente: ¿Por qué acepté esta conferencia? ¿Estoy dando la imagen de un experto poco profesional?
Como resultado, mi concentración se vio seriamente afectada. Me costaba recordar los puntos que quería mencionar en cada diapositiva y me sentía cada vez más perdido en el material que había preparado. Además, por la sensación de fracaso que me invadía, mi capacidad para responder a preguntas o comentarios improvisados era prácticamente nula.
A lo largo de mi incómoda conferencia, me di cuenta de lo importante que es la ergonomía en el trabajo para la salud y bienestar general. Parece una ciencia precisamente porque es necesario tener en cuenta cada detalle para que el trabajador esté cómodo y seguro. Algo que, como en mi caso, puede marcar la diferencia entre una vida laboral saludable y una llena de lesiones o molestias.
Si hablamos de sillas, por ejemplo, la elección de la silla adecuada puede mejorar la postura y reducir el riesgo de dolores de espalda. Así mismo, tener una buena iluminación puede prevenir problemas oculares, la altura adecuada de la pantalla del monitor puede evitar dolores de cuello y mantener una temperatura confortable en el trabajo es fundamental para el rendimiento y el confort.
Como expertos en ergonomía, tenemos el poder y la responsabilidad de cambiar la cultura laboral y educar no solo a los empleadores, sino también a los empleados. No es suficiente solo con hablar de los aparatos y herramientas ergonómicas disponibles, sino que es importante enseñar a los trabajadores a reconocer las señales de incomodidad y lesiones para evitar que estas se vuelvan crónicas.
Mi incómoda presentación en la empresa de tecnología, a pesar de los problemas técnicos y emocionales que sufrí, me hizo reflexionar sobre el importante valor de la ergonomía en el lugar de trabajo. La ergonomía no es solo un tema de salud y seguridad, sino que puede marcar la diferencia en nuestras vidas laborales. Como expertos, tenemos la responsabilidad de educar a los empleadores y empleados en la importancia de la ergonomía y aplicar soluciones que mejoren la vida de todos en el trabajo.