La ergonomía es una disciplina que tiene como objetivo estudiar la interacción entre el ser humano, el entorno y los objetos que utiliza. El fin es alcanzar una adaptación óptima y segura en la que se eviten las situaciones de malestar, agotamiento físico o mental, y, en definitiva, se preserve la salud del individuo. A pesar de ser una herramienta fundamental para garantizar el bienestar de las personas, en ocasiones, se olvida poner en práctica sus principios en el diseño y desarrollo de objetos cotidianos, como las sillas de oficina.
Es común encontrar en las sillas de oficina reposabrazos que no cumplen su función ergonómica, sino que simplemente se utilizan como elementos decorativos. En algunos casos, se añaden exclusivamente para dar una estética moderna y sofisticada, pero se obvia su función real.
El hecho de utilizar un reposabrazos incorrecto en el ámbito laboral puede desencadenar problemas relacionados con el sistema músculo-esquelético, como molestias en la espalda, hombros o cuello. Además, otro riesgo añadido es el agotamiento mental y la disminución de la productividad.
El reposabrazos es uno de los elementos clave en la ergonomía de la silla, ya que permite mantener una posición más saludable y cómoda del usuario. Un reposabrazos bien diseñado debe adaptarse al usuario, no al revés, y cumplir una serie de características que lo convierten en un elemento ergonómico eficiente.
Al utilizar una silla que no cuenta con un reposabrazos ergonómico, pueden surgir situaciones incómodas y chistosas, que más allá de la risa inicial, pueden generar malestar en el usuario. A continuación presentamos las situaciones más divertidas y comunes que se dan al usar un reposabrazos que solo cumple una función decorativa:
Si el reposabrazos es demasiado delgado o corto, el usuario no encontrará el apoyo adecuado, haciendo que las manos queden suspendidas en el aire. Esta es una causa muy frecuente de fatiga muscular y de molestias en los brazos, codos y hombros.
En algunos casos, el reposabrazos puede ser ajustable en altura, pero no en ángulo. Este es un error común, ya que un reposabrazos alto e inclinado hacia adelante, obligará al usuario a encorvar la columna vertebral, lo que puede generar molestias y dolores de espalda.
Si el reposabrazos es de diámetro demasiado grande, el usuario tendrá que separar los codos, generando una tensión muscular muy incómoda que afectará a los hombros y espalda. Por el contrario, si el diámetro es demasiado pequeño, los codos quedarán en tensión, lo que también puede generar molestias.
Una situación incómoda se da cuando el reposabrazos es demasiado ancho, lo que impedirá que el usuario se acerque a la mesa de trabajo, obligándolo a trabajar en una posición incorrecta. Además, en sillas giratorias, cuando el reposabrazos es demasiado ancho, puede hacer que el usuario choque con los brazos contra la mesa del escritorio al girar.
Usar una silla correctamente ergonómica es fundamental para prevenir problemas de salud física y emocional del usuario. Lo mismo ocurre con el reposabrazos, un elemento clave para la postura y posición de los brazos y, por ende, del cuerpo.
Es importante recordar que no tener un reposabrazos adecuado no es solo una causa de incomodidad, sino que también puede desencadenar problemas de salud como dolores de espalda, cuello o hombros. Por ello, contar con una silla de oficina que incluya un reposabrazos ergonómico es tan importante, no solo para garantizar el bienestar del usuario sino también para aumentar su productividad.
En definitiva, debemos tomar en cuenta los principios de la ergonomía en el desarrollo y diseño de los objetos que utilizamos en nuestro día a día, para garantizar un ambiente laboral seguro y saludable.